miércoles, 19 de marzo de 2014

VIVIR BAJO TIERRA

Hoy en día estamos muy acostumbrados a los transportes subterráneos (el Metro puede ser el más frecuente, en el que millones de personas cada día en las grandes ciudades pasan horas de su vida yendo al trabajo). Quizá para nosotros, en la España actual, es menos habitual el uso de construcciones o adaptaciones de lugares subterráneos para otras labores. Cuando paseamos por el interior del inmenso centro comercial subterráneo Path de Toronto, con más de 370.000 m2, donde podemos pasar horas y horas viendo qué comprar, sin preocuparnos del tiempo que hace en el exterior que se encuentra por encima de nosotros; cuando descansamos en el pabellón de Tverrfjellhytta, encajado en la montaña, descansando del paseo por el parque nacional noruego de Dovrefjell; cuando vemos en película o documental el pasar de los últimos días de Hitler en el bunker de la cancillería alemana; o cuando recordamos la red de túneles que permitió sobrevivir a los vietnamitas; cuando pensamos en la iglesia cristiana etíope de Walho, en la nabatea ciudad jordana de Petra; cuando recreamos el arte y la vida en las cuevas de Altamira…, en todos estos casos, independientemente de la función humana que recordamos de esos lugares más o menos construidos, hay en todos ellos un denominador común: permiten la vida bajo el suelo. Vamos a detenernos en este artículo en un subconjunto de todos esos lugares: las viviendas subterráneas.



DE CAPADOCIA A LA MANCHA
Gracias al turismo, muchos de los que escribimos o leemos esta entrada de blog hemos visitado, sin seguramente antes haber reparado mucho en ello, las ciudades enterradas de Derinkuyu o Kaymakli en la actual Turquía. Viviendas para cientos de personas de hasta diez niveles de profundidad, con zonas comunes para el almacenamiento de alimentos, para el culto o para el Ágora, y que causan al visitante claustrofobia según baja en la oscuridad de las rampas y las escaleras estrechas; claustrofobia que aumenta al ver en el descenso, tras de uno, la inmensa puerta circular o esférica que nos cuentan se cerraba para impedir el paso a los invasores. También podemos conocer (aunque solo sea porque en la villa es tradicional la fabricación de puertas para gran parte de las casas españolas) que en Villacañas existen al menos desde el siglo XVIII los silos, viviendas subterráneas unifamiliares, muchas veces construidas cuando los novios iban a comenzar su vida en común. Casas sencillas, en las que ayudaba grandemente el terreno manchego, fácil de excavar, y que con una mano de cal eran habitables en un corto periodo de tiempo. Hoy siguen existiendo, aunque usadas principalmente como sótanos de casas 'normales' construidas sobre el suelo.

Sabemos que los moriscos expulsados de las ciudades vivían en cuevas, conocemos el uso primigenio de las cuevas granadinas del Sacromonte, e identificamos las casas soterradas con hábitats deprimidos social y económicamente, de personas que difícilmente pueden conseguir una vivienda normal, sobre el suelo.

LA APROXIMACIÓN ARQUITECTÓNICA 
Para acercarnos al estudio de las casas subterráneas debemos considerar un número de factores que tienen que ver con el tipo de terreno en el que se construyen: difícilmente podemos horadar en la dureza de la piedra granítica sin herramientas de ingeniería potentes. También es fundamental contar con una zona suficientemente impermeable. Y tenemos que saber las condiciones orográficas de la zona de construcción. Y, como habitantes del Siglo XXI, debemos tener en cuenta el grado de confort que los habitantes de la casa consideran como adecuado. Aunque propiamente dicho, la casa enterrada debería ser la que se encuentra totalmente bajo la superficie de la tierra, también entran en esta clasificación las viviendas semienterradas, total o parcialmente cubiertas. Todas ellas tienen un denominador común de vivienda aislada de otras y rodeada por elementos naturales, no construidos.

Y aquí entramos en otra nueva clasificación que no debe impedirnos ver el concepto general: debemos diferenciar entre la vivienda natural espontánea (cuyo mejor ejemplo es la cueva), la excavada en el suelo, en la ladera de una montaña, en un acantilado, ... hasta llegar a la vivienda soterrada artificial recreada arquitectónicamente al completo.

LA TEMPERATURA, FUNCIÓN DE CLIMA ATMOSFÉRICO Y MAGMA TERRESTRE 
Uno de los conceptos clave de partida en este tipo de arquitectura es el de la dependencia de la temperatura del terreno del clima y del magma terrestre: a menor profundidad domina el clima y conforme aumenta la profundidad, influye sobre todo el magma. Sabemos que el terreno del campo sin urbanizar es una de las mezclas de elementos más estables térmicamente. Esto hace que solamente las capas de terreno más superficiales sean sensibles a las variaciones atmosféricas de temperatura, viento, sol, noche.

A partir de 1,8 o 2  metros de profundidad, la temperatura de la tierra ya es estable frente a esas variaciones climáticas diarias. Y puede considerarse que a partir de quince metros de profundidad ya no se notan las variaciones de ciclo estacional, y la temperatura a esa profundidad coincide con la media anual. Esta característica hace que se creen en la tierra, según la profundidad, capas isotermas, paralelas entre sí, lo que produce una diferencia de temperatura de la tierra, función de la profundidad, en todos los puntos en contacto con las paredes de la casa. Y aquí tenemos que estudiar el efecto del suelo de la vivienda, que si es de material distinto al terreno, altera su capa isoterma, produciendo temperaturas correspondientes a capas más profundas. Y también hay que evaluar el uso de aislantes térmicos en las paredes, pues hacen perder el poder estabilizador de la tierra que envuelve la casa.

LA VENTAJA DEL SOTERRAMIENTO Y SUS INCONVENIENTES 
Hemos hablado más arriba de la incuestionable ventaja que produce la estabilidad térmica en las viviendas enterradas. Se ahorra suministro de energía para su acondicionamiento y se obtiene un confort natural aceptable en nuestras latitudes.

A medio metro de profundidad, con una temperatura aproximada a la media del día en el exterior, la temperatura resulta mejor en verano que en invierno. Por eso, en las estaciones frías, se hace necesario cierto aislamiento, en la parte más externa. Pero hay que pensar en un aislamiento parcial, que en ningún momento debe eliminar el estabilizador térmico natural.

El arquitecto de viviendas soterradas debe considerar los problemas habitacionales que causa la falta de ventilación que, por concepto, va implícita en las construcciones subterráneas. Hay que cambiar el aire viciado, sustituirlo, renovarlo, y reducir la condensación de agua con aire seco: la humedad natural de la tierra que rodea a la casa enterrada hace que la humedad relativa en este tipo de construcciones sea muy alta y la ventilación resulta imprescindible para un confort adecuado. La combinación de los huecos al exterior con chimeneas a alturas diferentes es una buena solución para mover el aire.

La iluminación en una cueva, lugar que siempre se asocia a la oscuridad, tiene que elegirse con cuidado. Los sistemas más usados tenderán a contar con iluminación cenital, lucernarios y claraboyas, y todo tipo de conductos solares (en especial para las habitaciones más profundas).

En resumen, grandes o pequeñas, parcial o totalmente enterradas, las casas subterráneas fueron habituales y son una posibilidad técnicamente resuelta en nuestros días que también pueden ser energéticamente eficientes.

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