jueves, 10 de julio de 2014

…CONTINUANDO CON EL URBANISMO.



En una entrada anterior, al hilo de las declaraciones de cierto ejecutivo, tocamos el vital asunto del urbanismo. Hasta aquí hemos venido escribiendo sobre eficiencia energética, arquitectura bioclimática, medidas de ahorro, etc. casi siempre en relación con los edificios. Pero anterior al hecho de construir, existe el territorio y su planificación, que busca transformarlo y hacer que áquel sea posible.

Parece evidente pensar que si debemos hacer edificios sostenibles, también tendremos que planificar ciudades y desarrollos sostenibles y este hecho nos lleva a un doble punto de reflexión.


En primer lugar, la planificación del territorio puede facilitar o dificultar (léase encarecer) enormemente el diseño bioclimático de los edificios. Es práctica habitual, cuando se va a ampliar una población (con los conocidos PAUs) diseñar el trazado de las calles de manera paralela y perpendicular al vial que existe antes del desarrollo y que sirve de acceso  principal al mismo, sin pensar (en ocasiones sin saber) donde está el sur. Si las manzanas han tenido la “mala suerte” de tener su orientación según la dirección este-oeste (por ejemplo si se trata de manzanas cerradas, con alineación a vial y sus dimensiones mayores dan a este y oeste), el diseño de los edificios tendrá dificultades para orientarse norte-sur, que sería lo óptimo. Si los fondos de edificación previstos son excesivos resultará complicado establecer ventilaciones cruzadas. Es decir la  planificación urbanística de un nuevo barrio condiciona enormemente el hecho edificatorio posterior  y debe ser estudiada con los mismos criterios bioclimáticos que los edificios.

En segundo lugar, la planificación a mayor escala, la que decide los patrones de desarrollo (no el trazado) es todavía más importante porque condiciona los hábitos de vida de los futuros habitantes. Nos referimos por ejemplo a la dicotomía sobre ciudad compacta o ciudad extendida.

La ciudad compacta es la tradicional europea, basada en la manzana cerrada, con alineación a vial, edificación en altura y una densidad importante de viviendas por hectárea. La ciudad extendida es la habitual en Norteamérica, con baja densidad, baja altura,  abundancia de viviendas unifamiliares y tipología abierta.

A finales del siglo XIX se comenzó a poner en cuestión en Europa el modelo de ciudad tradicional. Ciertamente los suburbios de estas ciudades, especialmente las más industrializadas y populosas, adolecían de hacinamiento y de unas condiciones insalubres. Los urbanistas empezaron a idear otros modelos y surgió en Inglaterra la ciudad jardín, propugnada entre otros por Sir Ebenezer Howard, que pretendía crear pequeños núcleos de viviendas fuera de las ciudades, con unas condiciones saludables de vida. Fomentaban la relación social, la propiedad pública y los espacios verdes.
 
Esquema de la ciudad jardín de E. Howard

Si bien se desarrollaron algunos modelos, lo cierto es que tuvo una implantación limitada. En 1933, el IV Congreso Internacional de Arquitectura Moderna, promueve la Carta de Atenas, que es un manifiesto en el que se proponen una seria de medidas encaminadas a desarrollar modelos urbanos “modernos y saludables”. De entre todas ellas, aquí destacamos las que pedían la completa eliminación de las alineaciones de los edificios a los viales y la construcción en altura liberando grandes espacios libres entre edificios. Un ejemplo de la aplicación de la Carta de Atenas fue la construcción de Brasilia.

Brasilia. El urbanismo de la Carta de Atenas no resultó sostenible ni amable para vivir.

 Ya avanzado el siglo XX, en EE.UU. se comienza a desarrollar el llamado sprawl, que vende la idea de huir de la “asfixiante ciudad” para vivir en viviendas unifamiliares en el medio rural y que, muchos años después, ha acabado por llegar a Europa y constituir muchos de los núcleos de desarrollos recientes. Son las urbanizaciones residenciales periféricas que ocupan grandes extensiones del territorio, precisan inevitablemente del automóvil y carecen de equipamiento, lo que motiva largos y frecuentes desplazamientos.
 
Sprawl. ¡Ay, qué ganas tenía de venir a vivir al campo!
  Actualmente parece que es deseable recuperar la ciudad compacta tradicional (bien diseñada y equipada, con unas densidades adecuadas). Esto obedece a diversos motivos. En primer lugar, su carácter complejo enriquece el aspecto social. Es evidente la mezcla de edades, razas, condiciones, actividades, tipologías edificatorias, usos, etc. que se produce en la ciudad (en contraposición a los barrios residenciales de la periferia) y que beneficia al conjunto. El equipamiento, bien distribuido, es más cercano a las viviendas. Su reducida extensión hace que los recorridos de las instalaciones (agua, electricidad, gas…) sean también pequeños, con el beneficio de reducidos costes de ejecución y mantenimiento. Además permite ir paseando o en transporte público a casi todos los lugares, reduciendo el uso del coche, lo que minimiza las emisiones de CO2 y beneficia la salud de los habitantes.
 
Barcelona. Ciudad compacta. Ciudad compleja.

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